La compañera Rosa Pineda vive de su propio proyecto agroecológico en El Encinarejo (Córdoba). Hermisenda Huerta Natural nace en 2012 «cargado de ilusión, energía, semillas y hortalizas». Nos acercamos a tierras andaluzas para conocer su modo de vida, más cercano a la naturaleza y ejemplo de que la agricultura familiar es una alternativa real, tanto como profesión para las personas, como posible solución a la alimentación mundial.
Pregunta: Háblanos de Hermisenda y en qué consiste el proyecto.
Respuesta: Hermisenda es una huerta ecológica situada en la vega del Guadalquivir y a las orillas de este río, en Encinarejo de Córdoba. Somos una cooperativa de trabajo asociado porque, aunque seamos solo dos personas, creemos que es la forma jurídica que más encaja con nuestro proyecto.
Nos dedicamos al cultivo de hortalizas y frutas en ecológico, combinamos nuestras verduras con plantas aromáticas para potenciar la biodiversidad tanto vegetal como animal.
La distribución de la producción la hacemos en canales cortos de comercialización, es decir, directamente a la persona consumidora. Semanalmente preparamos cestas de verduras variadas y las llevamos a varios puntos de reparto. Estos puntos son comercios locales que colaboran con nosotras para facilitar el reparto y minimizar los gastos.
P: Por tanto os dedicáis al sector primario, unos de los sectores más afectados por las recientes crisis económicas y en los últimos tiempos han protagonizado algunas movilizaciones estatales, teniendo como principales reivindicaciones la subida de los insumos. ¿Cómo os afecta a vosotras y qué pensáis sobre esto?
R: Esta pregunta podría llevarse toda la entrevista. Intento resumirla en una frase: las movilizaciones que vienen promovidas por grandes terratenientes, por la agroindustria, con técnicas de cultivo intensivas que dañan enormemente el medioambiente, no engloban a todo el sector primario, ni nos interesan, ni nos sentimos identificadas en ninguna de sus reivindicaciones.
La subida de insumos afecta dependiendo el uso que hagas de ellos. La agroindustria es dependiente del petróleo y de sus derivados, así como de los fitosanitarios, más acertadamente llamados agrotóxicos, o a los abonos nitrogenados, fertilizantes. Las crisis mundiales, como la actual guerra de Ucrania, suponen una subida de precios de insumos que la padece quien hace uso abusivo de los mismos, como la agroindustria.
No son tiempos, ni hay tiempo, para hablar de la subida precios del petróleo o cómo afecta a diferentes sectores, es momento de trabajar alternativas reales que resquebrajen el sistema capitalista que nos devora y que destruye los recursos del planeta, que son finitos.
Nosotras utilizamos insumos naturales y minimizamos las labores mecánicas que hacemos con maquinaria. Intentamos adaptar los cultivos a los cambios medioambientales para no forzar su desarrollo y que no requieran aportes adicionales de ningún tipo de insumo.
P: Vale, pero para alimentar a la población mundial es necesario la producción de toneladas de alimentos, ¿Crees que es posible que proyectos como el tuyo puedan exportarse a otros lugares y puedan facilitar la alimentación a nivel planetario?
R: Por supuesto. La agricultura se practica como sustento familiar desde hace más de 10.000 años. Nuestro proyecto no es nada novedoso, todo lo contrario, es una de las profesiones más antiguas, que a lo largo de los años ha ido transformándose y evolucionando con el paso de las sociedades, con una marcada transformación en los años 50 y, especialmente, en la década de los 60 con la revolución industrial que acarreó la introducción de maquinaria y luego de agrotóxicos a los campos, que culminaron la idea de máxima productividad de las tierras eliminando los ecosistemas radicalmente.
Según el informe de la FAO «El estado mundial de la agricultura y la alimentación», existen más de 570 millones de granjas en el mundo, considerando granjas a explotaciones de menos de una hectárea y su gestión es individual o familiar. Es decir, las explotaciones familiares son la forma de agricultura dominante en el mundo y producen más del 80% de los alimentos del mundo.
Es evidente que estos datos pueden parecer contradictorios si miramos, por ejemplo en España, la población activa que se dedica a la agricultura, que es apenas el 6%. Por lo tanto, no debe sorprender que España se alimente de las importaciones y que la alimentación del planeta dependa de la comercialización mundial.
El problema no es la producción de alimentos por territorios. Ya en los años 60 nos contaron el cuento de la “revolución verde”, que iba a “aumentar la producción de alimentos y evitar las muertes de hambre en el mundo”, y ya sabemos que esto no ha ocurrido. Según la FAO, una de cada tres personas se encuentra en estado de “inseguridad alimentaria” y a nivel medioambiental ha supuesto la contaminación de mares, ríos, acuíferos, la perdida de biodiversidad, la degradación de territorios, la emisión de gases de efecto invernadero, etc., contribuyendo masivamente a la actual situación de emergencia climática que enfrentamos.
Los desechos de alimentos a escala mundial suponen un tercio de la producción, así que podemos firmemente decir que el problema es la distribución de los alimentos, de los recursos y de la riqueza.
P: Como se dice, para problemas globales, actuemos localmente ¿Estáis en contacto con otros proyectos similares? ¿Sería factible una federación de proyectos que posibilitase que una persona pudiera consumir responsablemente?
R: Sí, estamos en contacto con proyectos similares, aunque menos de lo que nos gustaría. Participamos en El Ecomercado de Córdoba donde diversos proyectos productivos montamos un mercado ecológico al mes en la ciudad, pero proyectos agroecológicos de pequeñas explotaciones como la nuestra hay pocas por estos lares. Durante estos 10 años hemos visto cómo nacían y se desvanecían iniciativas que, a pesar de la ilusión y el esfuerzo, fue complicado su fortalecimiento.
Una unión de proyectos para facilitar un consumo responsable en alimentación es viable y actualmente existen varios que ofrecen esta posibilidad. Ahora bien, la respuesta a tu pregunta se complica si nos referimos al consumo para una alimentación digna, equilibrada, sostenible y accesible. Para poder explicarlo mejor nos centramos en el consumo de verduras y hortalizas en el territorio peninsular, donde se dedica al cultivo ecológico apenas un 10% de la superficie agraria útil. Y a pesar de ser muy poca extensión, es el país que mayor porcentaje destina de la UE y el quinto a nivel mundial. Los principales cultivos en España son el olivar, cereales y frutos secos y, aunque los datos oscilan, se exporta entre el 80% de la producción. Entonces podemos concluir que no hay disponibilidad de una alimentación equilibrada, sostenible y accesible, básicamente porque no se cultivan de manera proporcionada para poder ofrecer una alimentación variada y sostenible a su población, por tanto nos mantenemos en una total dependencia a la comercialización a escala mundial.
Pero me dirás que en tiendas especializadas e incluso en grandes superficies, tenemos acceso a frutas y verduras bio. Pues sí, tienes razón, pero es necesario contextualizar, pues no queremos que este acceso sea ínfimo, o incluso solo para una minoría social, ¿verdad? Queremos que la toda sociedad pueda elegir cómo se alimenta y para ello es necesario un cambio radical en las políticas agrarias, comerciales, medioambientales y educativas, para favorecer el cultivo de verduras y frutas de temporada y de cercanía.
Para mí es incoherente consumir tomates bio en febrero. Cierto es que estos tomates no llevarán agrotóxicos pero ¿cuál es la huella ecológica e hídrica que soportan? ¿Se puede llamar a esto consumo sostenible? Pues no.
Podemos asociarnos para tener un consumo más responsable individualmente, pero esto requiere de un esfuerzo y militancia que a veces es inasumible. Y unido a las posibilidades que ofrece el capitalismo verde llenando sus estands de productos Bio, se hacen más complicadas las iniciativas de cambio.
En los últimos años podemos leer en grandes superficies «consume responsablemente», «consume local y ecológico», ofreciendo productos de todos los puntos del globo con el sello bio. Tenemos que tener muy claro que alimentarse es un acto individual pero el modo en que lo hacemos puede ser un acto colectivo y de transformación de social. Recientemente hemos visto cómo los estados, los grandes magnates del petróleo y multinacionales, se reunían en Egipto, en la Cop27 con el objetivo principal de reducir las emisiones para no superar los 1,5º C de temperatura de la era preindustrial.
El sistema capitalista es el culpable de la agonía del planeta, no hay medidas para paliar sus efectos, es necesario deconstruir para construir nuevos sistemas de consumo respetuosos con el medioambiente y las personas. Cuando comemos, ingerimos alimentos, pero también agrotóxicos, derechos laborales, dignidad, vida y muerte en realidad, porque el consumo desmedido alimenta al sistema capitalista que es la gran amenaza para la continuidad de la vida.
A CONTRATIEMPO | Córdoba | Foto de Rosa Pineda | Entrevista por Andrés Sánchez | Extraído del cnt nº 434
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